jueves, 29 de diciembre de 2011

El temor de una madre, mis temores...

Estéfano está creciendo, está a dos meses de cumplir los tres años, es un niño lindo, tierno, cariñoso con su papá, su mamita Nanchy (Nancy), el tío Tesús (Jesús) y sobretodo con su mamá o sea conmigo. También es engreído, a veces lloroncito y peleón pero no es malcriado, es un niño bueno. “mamita, no soy un niño malo, soy bueno”, me dice él.

Desde que nació lo he cuidado como alguna vez me lo prometí. Siempre he soñado con algún día llegar a convertirme y ser una gran madre. Desde pequeña me gustaban los niños, era tan tierno verlos, acariciarlos hasta que llegué a tener el mío propio, ese día fui más que feliz, me sentí una mujer completa, ese día recuperé la vida.

Todo este tiempo he tratado de ser la mejor madre del mundo para mi pequeño, si he tenido que desvelarme por jugar con él o tener que llevarlo al médico lo he hecho y con mucho gusto, aunque muchas veces también el enorme sueño y cansancio por el trabajo me ha tumbado a la cama pero a él lo he tenido siempre a mi lado, hasta con los ojos cerrados lo he cuidado o si he ido a una fiesta, cosa que no hago seguido pero las veces que sí, igual no he dejado de cuidar de mi pequeño. No imaginaría mi vida sin Estéfano, mi vida es él.

El trabajo era antes mi prioridad, siempre he sido buena profesional, he entregado lo mejor de mí para no fallar y he mostrado interés por aprender cada día. Estoy orgullosa de mí por ser buena desarrollando la carrera que escogí. Me gusta escribir, me gusta saber, conocer, me gusta ser periodista. Sin embargo, hoy mi prioridad no es mi carrera, no la descuido pero ante todo primero está mi hijo y este año me ha costado mucho desprenderme de él para poder a cumplir con ‘mi chamba’.

Muchas veces he llegado al trabajo con los ojos llorosos por haber dejado a mi hijito triste, diciéndome: mamá, no vayas a trabajar, quédate conmigo. Palabras que me rompían el corazón, que me dejaban triste y pensando en él. Felizmente, después hablaba por teléfono con mi ‘chiquito’ y más tranquilo me decía: te quiero mucho mamá, estoy jugando, estoy bien. Yo: Ya hijito, come sí, toma tu leche, pórtate bien, yo llego más tarde ya y vamos a jugar mucho. Él: ya mamá (con una voz dulce). Así lograba quedarme tranquila.

Ser mamá no es fácil y para serlo tienes que estar lista espiritualmente, físicamente y mentalmente.

Pero, también el ver tantas noticias de desgracias sobre niños el terror se despierta en mí, temo mucho que algo malo le pase a mi criaturita, él lo es todo para mí y no podría soportar algo así. Yo, como su madre y como el primer día se lo prometí, siempre lo cuidaré, nunca permitiré que nada malo le pase a mi rey. Día a día no dejo de pedirle al Señor que él lo haga también, que sus ojos se fijen en mí para protegerlo siempre.

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