Frente a su vivienda el mar retumbaba, era de noche, la luna tan radiante iluminaba. En ese ambiente todo era calma, solo paz se respiraba.
Un día, un ave con un mensaje llegó, dos líneas, “Te amo”, decía. Ella feliz sonrío, después llegó él, su príncipe soñado. La tomó del brazo, la apretó contra su pecho, se pusieron a bailar y en ese compás un dulce beso se dieron.
Ella se sentó en la arena y un hermoso niño se le acercó, se pusieron a jugar en la playa, el príncipe los observaba. Mas tarde, los tres frente a luna dibujaron sus nombres en el cielo. Y juraron nunca separarse, solo amarse.
Desde entonces la paz y la calidez se siente allí (no se supo más de ellos). Pero cuando llegan los viajeros no se quieren ir, no quieren dejar ese hermoso sitio, donde solo pureza y amor se siente.
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